Hoy porfin sábado mientras algunos duermen después de un viernes agetreado, otros duermen como de costumbre, otros nos levantamos para ir a trabajar, y otros van saliendo de moteles, toples, etc.
Toda la mañana vendo mi tiempo el negrero, que sin vergüenza te quita el tiempo el cual el disfruta de sus hijos.
Pero ese no es el asusto de un sábado, un sábado día en que tus sentidos se prenden, tus energías empiezan a correr como una maraton por todo el cuerpo. Son la 12 y todavía en la pega aunque no lo quiera no me puedo sacar este sentimiento de rabia que se apodera de mi ser.
El teléfono suena con malas noticias, el ensayo se suspende. Pero desde otra parte de mi corazón aparece un asado con mucho cariño y ganas de prender aquel día Sábado.
Por fin se termino el trabajo, la hora de salida esta justo frente a mi en el reloj con el cual marcas tu tiempo a un precio muy básico pero que no lo pudiste dejar pasar. Al salir te das cuenta que hay vida, que gente camina por las calles, que los pajaritos cantan entre las ramas de los imponentes arboles que dan vida a esta calle.
La soledad me embarga, pero me gusta entro en mi mundo, y subo un escalón, en cual miro a mi alrededor con otros ojos, ya están mis sentidos mas sensibles y mi cuerpo se relaja, la música de mi MP3 suena con fuerza, dando aun mas energías de seguir en sábado.
Mis pies caminan sin dar un paso en falso, cada paso lleva un poco de sed de embriaguez, palomitas de maíz producen mi boca y en mi estómago se infla un goblo.
Era un casa con patio grande, en la parrilla un pedazo de carne y longanizas, que con su olor tenían loco a un perro que camina como haciendo guardia.
Empieza el desfile de cervezas, vinos y jotes, luego se adorna la mesa con verdes pastos y se disfruta de placeres gastronomicos que satisfacen aquel tremendo bajon.
Los licores me quieren atacar, una cerveza me tira su tapa, el vino su corcho, y el whisky me tira un chorro, lo esquivo y moja a tío dracu el cual se saca su camisa que en segundos empieza a volar subiendo a lo mas alto techo, al rescate viene Raúl pero al no poder alcanzar la camisa le ofrece otra, el ataque continua el whisky se desvanece de tantos al seco o a cagar, pero en su lugar llega el ron acompañado de una botella de pisco que sin dar tregua me atacan con fuerza, mi cuerpo ya resentido y el trapo con el cual salen palabras que como gerogrificos hay que descifrarlos, están cansados.
Por otra parte la hormonas alcoholizadas de otros empiezan a fluir llevándolos a ver princesas, los pies de acá se mueven en forma de baile y los de allá estando hinchados de tanto alcohol se despiden y anuncian su despedida.
Así sin saber despierto el domingo en mi cama solo y con sed, los pensamientos confundidos con sueños o realidades, mejor sigo durmiendo.
